–Martita –forma respetuosa como se dirige el director a su asistente– por favor, solicite a crédito y cobranza el expediente del cliente.
–Disculpe, licenciado –regresa Martita a los diez minutos con las manos vacías– es que no vino a trabajar el licenciado Godínez y aunque buscamos por muchos lados, sólo él sabe dónde están las cosas.
A lo largo de mis años de consultoría he visto este cuadro, más veces de las que pudieran imaginarse. Y más veces de lo que muchos empresarios desearían.
Dentro de las organizaciones puedo decir que existen dos tipos de colaboradores que hoy llamaremos: “los comprometidos y los asalariados”. Los primeros se caracterizan por su compromiso y esfuerzo por crecer dentro de la empresa. La convierten no sólo en su lugar de trabajo, sino incluso en una extensión de su hogar. No solo por el tiempo que pasan en ella sino que se preocupan porque la empresa consiga sus metas, porque de la misma manera ellos se ven beneficiados. Colaboradores que se interesan y aplican en el trabajo en equipo y ayuda mutua. Y a diferencia de este artículo, hacen todo lo posible para que, en una ausencia, el ritmo de la empresa no se detenga. Entienden que esto es en total beneficio. No estará recibiendo llamadas de la empresa durante en su ausencia (o peor aún, pidiéndole que se presente en las oficinas en calidad de urgente), y la empresa podrá continuar sin él. En todas las empresas en las que he tenido oportunidad de prestar mis servicios, me he topado con estas personas. Un honor trabajar con ellos y me vienen varios a la mente. A estos colaboradores les dediqué mi artículo “Su estrés, ¿mi interés?”.